DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO | DERECHO INTERNACIONAL ECONÓMICO


La realidad de las Relaciones Económicas Internacionales, fundamentadas en el Nuevo Orden Económico Internacional que surge bajo la labor de la ONU, da al Derecho Internacional una tercera rama, novedosa más en cuanto a su estudio que en cuanto a aquella realidad de la realidad internacional: el Derecho Internacional Económico. Anteriormente existía una serie de organismos internacionales tanto mundiales como regionales que se encargaban de regular el aspecto económico y de desarrollo social, tal como el Consejo Económico y Social de la  Organización de las Naciones Unidas, sin embargo, atendiendo a las actuales condiciones de integración económica en bloques cada vez más unificados y sistemas económicos y políticos globalizados, ha sido necesario en el marco del nuevo Derecho Internacional establecer al Derecho Internacional Económico como una rama indispensable para el manejo y desarrollo de las relaciones económicas internacionales.

Concepto de Desarrollo Internacional Económico.
El desarrollo económico en las últimas décadas ha sido enorme. Desafortunadamente, la riqueza y la prosperidad se han generado de forma desigual. Esta desigualdad está provocando los problemas sociales y la inestabilidad política en casi todas las regiones del mundo. El fin de la guerra fría y la rápida integración de la economía mundial no han resuelto los problemas persistentes de la pobreza extrema, el endeudamiento, el subdesarrollo y los equilibrios comerciales. La realidad de las relaciones económicas internacionales, fundamentadas en el nuevo orden económico internacional que surge bajo la labor de la ONU, da al Derecho Internacional una novedosa rama más en cuanto a su estudio en cuanto a aquella realidad de la realidad internacional el Derecho Internacional Económico. Las relaciones económicas internacionales y su consecuencia, el nuevo orden económico internacional, son reguladas en el seno de las Organizaciones Internacionales que, a su vez, son sujetos del Derecho Internacional Público integradas por la voluntad del sujeto típico y tradicional que es el Estado. Los efectos producidos, por ese marco jurídico del nuevo orden económico internacional, se reflejan además de en las relaciones interestatales, también en las relaciones de entes privados que, no sólo son sujetos del Derecho Internacional Público (como los individuos), sino incluso en actores de las Relaciones Internacionales que, hoy por hoy, están lejos de ser considerados como sujetos del Derecho Internacional Público, específicamente las empresas multinacionales. La búsqueda de bienestar, cuyo principal promotor y responsable es el Estado, está generando entre los individuos, el derrumbamiento de ideologías y sentimientos nacionales que, con anterioridad construían diques en las Relaciones Privadas Internacionales; hoy, las ideas de integración y globalización a la que se enfrenta la sociedad internacional de fin de siglo, evolucionan aceleradamente por los avances tecnológicos y los medios de comunicación, aunque surgen de las voluntades sociales. Dicho lo anterior, el Derecho Internacional Económico, plantea como contenido de estudio las siguientes áreas: El Comercio Internacional que, tras su regulación mediante el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), hoy la Organización Mundial de Comercio (OMC), ha sido el promotor de los acuerdos regionales de integración que, con un inicio de asociación comercial, evolucionan hacia el acercamiento social e incluso político, de Estados. La Cooperación Internacional, cuyo marco jurídico se fundamenta en uno de los propósitos de la ONU (Art. 1.3. de la Carta de San Francisco) y que ha sido desarrollada por la Asamblea General y el Consejo Económico y Social, órganos principales de dicha organización mundial. Sin omitir, los innumerables acuerdos y Tratados, suscritos por los Estados para el logro de dicho propósito. El Sistema Monetario Internacional, organizado y regulado por los otros dos pilares de los históricos acuerdos de Bretton Woods: El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. También en este rubro, existe un sin número de acuerdos entre Estados, resaltando al respecto, la ya inminente creación del Sistema Monetario Europeo, con una moneda única (el EURO) y el Banco Central Europeo por encima de los Bancos Centrales de los Estados miembros de la Unión Europea. El Desarrollo, quizá como el mayor anhelo de cooperación en los aspectos económicos y sociales a que aspiran, las Relaciones Internacionales. Para las Naciones Unidas el desarrollo de los pueblos es la mejor forma de lograr la seguridad política, económica y social. Para la Comunidad Internacional es preocupante que casi la mitad de la población aún esté subsistiendo con menos de dos dólares diarios. Asimismo, casi un sexto de la población mundial es analfabeta y más de 1,000 millones no dispongan de agua potable. En la actualidad, la ONU continua siendo la única institución dedicada a buscar formas de asegurar que la expansión económica y la globalización se guíen por políticas que garanticen el bienestar del ser humano, el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, principios comerciales justos y la reducción de la abrumadora deuda externa. Las grandes ventajas que tiene la ONU para poder trabajar en favor del desarrollo en todo el mundo son las siguientes: Es universal, puesto que todos los países tienen voz cuando se toman decisiones de política. Es imparcial, puesto que no representan a ningún interés nacional o comercial en particular y pueden desarrollar relaciones especiales de confianza con los países y sus poblaciones para suministrar asistencia sin condición alguna. Cuenta con presencia mundial, gracias a que cuentan con la mayor red de oficinas para el suministro de asistencia para el desarrollo. Tiene un mandato amplio, que incluye el desarrollo, la seguridad y el bienestar universal. Las actuales tendencias de la economía requieren que se adopten políticas macroeconómicas que se ocupen de los desequilibrios actuales, especialmente de la desigualdad cada vez mayor entre el Norte y el Sur, los problemas persistentes en los países en desarrollo y las necesidades sin precedentes de los países en transición de una economía centralizada una economía de mercado. Los programas de asistencia de las Naciones Unidas en todo el mundo fomentan la reducción de la pobreza, la supervivencia infantil, la protección del medio ambiente, el adelanto de la mujer y los Derechos Humanos.

Concepto de Integración Económica.
Actualmente en el ámbito internacional existe una fuerte tendencia hacia la globalización que impone sus condiciones al quehacer económico y que impulsa y exige la adopción de medias políticas de integración económica que eliminen todas las trabas a su libre e impetuosa expansión. Los antecedentes históricos más claros de los procesos de integración son aquellos procesos que se vivieron en los países capitalistas desarrollados y que culminaron con el establecimiento de un mercado interior protegido frente al exterior por un poderoso y fuerte Estado. Es decir, los antecedentes de la situación actual son aquellos que permitieron la configuración de los Estados capitalistas en los siglos XVIII y XIX. La igualdad en el  comportamiento económico de los agentes, lo cual requería unicidad fiscal, mercantil, financiera, unidad de pesos y mediadas, etc. Y, por encima de todo, unidad monetaria, que permitiera la libre circulación de mercancías y el libre cambio en el interior del territorio con un solo punto de referencia común: la moneda única. La unificación monetaria implicó, por supuesto, la retirada de la circulación de las distintas monedas existentes previamente a la unificación del mercado y del Estado y que eran las propias de los diversos territorios unificados. La consecución de este conjunto de homogeneidades se consiguió de grado o por la fuerza. Los "criterios de convergencia" fueron los impuestos por la fracción dominante de la burguesía, hegemónica en cada Estado central. Y tales criterios de convergencia fueron inapelables, adoptados voluntariamente o impuestos por la fuerza. La unificación monetaria de los Estados europeos no requirió el "permiso" o la "aceptación" de los pueblos unificados sino tan sólo el acatamiento de lo decidido por los correspondientes Estados centrales. En Estados Unidos la cosa fue aun más aguda por cuanto implicó incluso la desaparición de la forma habitual de producir en numerosos Estados del Sur, es decir, la forma esclavista, incompatible con la libre competencia y el libre juego de las fuerzas del mercado laboral (la competencia de los obreros "gratuitos", los esclavos, era intolerable para la naciente y pujante economía capitalista). El resultado final común a todos los casos, fue la constitución de Estados fuertes, centralizados, con legislación única en su territorio en materia económica (en otras materias, como la cultura, la justicia, la educación, etc. algunos Estados conceden mayor o menor autonomía a sus diversos territorios, como Estados Unidos o Alemania, pero en materia económica, no), con homogeneidad de pesos y medias, con medidas fiscales únicas, sin trabas internas al movimiento de mercancías y de capitales, e, incluso, de personas y, sobre todo, con unidad monetaria y política económica única. Es decir, los mismos objetivos que persigue hoy el experimento de integración más avanzado: la Unión Europea. La "integración" nacional fue un proceso complejo, impulsado por las necesidades del desarrollo capitalista y, en ningún caso, fue un proceso consensual y admitido por todos los que se integraban: por el contrario, en la generalidad de los casos fue un proceso impuesto por la fuerza y consolidado también por la fuerza de los Estados centralistas que se alumbraron en el curso de los conflictos: Estado inglés, francés, alemán, italiano, norteamericano y otros europeos. Precisamente, muchos de los Estados que hoy se necesitan "integrar", para enlazar con la tradición histórica que se truncó precisamente por su carácter centralista y unitario. Así pues, los procesos de integración actuales, además de una necesidad económica evidente, significan el engarce con una tradición histórica frenada hace algo más de un siglo. La consolidación de los Estados centralistas y unitarios, construidos sobre las cenizas de los reinos y otras instituciones estatales precapitalistas, originó una dualidad contradictoria que se ha mantenido hasta nuestros días. En el interior de tales Estados se implantó el libre mercado: se aseguró plenamente la libre circulación de mercancías, personas y capitales, se unificó la moneda, la política económica y la legislación mercantil y fiscal, se homogeneizaron los hábitos de producción y de consumo. El mercado interno funcionó efectivamente como el lugar concreto en el que se establecía la concurrencia de muchos productores y muchos consumidores, oferta y demanda que determinaban la libre formación de precios en el mercado. Es decir, triunfó el libre cambio, el mercado libre. Pero la propia evolución del capitalismo fue modificando la naturaleza de esta situación. Del capitalismo concurrente, se pasó al capitalismo monopolista de base nacional, en el que las grandes empresas controlaban los mercados y en el cual la libre competencia había dejado paso a la concurrencia monopólica. La profunda centralización del capital llevada a efecto por el capital financiero daba lugar a la existencia de nuevas y más amplias posibilidades de inversión. Pronto, los límites del mercado interno se quedaron estrechos y el capital buscó su expansión fuera de las fronteras nacionales del Estado en el que operaba. Nació así el imperialismo. Pero con respecto al contexto internacional ocurrió precisamente lo contrario: triunfó el proteccionismo. Mientras en el mercado interno triunfaba el libre cambio y la homogeneización económica, en el exterior se imponía el proteccionismo y la heterogeneidad legislativa, económica, monetaria, incluso se mantenía la diferenciación en pesos y medidas. Se estabilizaron, pues, las fronteras estatales y se truncó la continuación del proceso de unificación de la base económica que se  había producido en el interior de cada Estado. Esta separación artificial política, institucional, etc., impedía la libre expansión de los capitales concurriendo entre sí. Al no poderse realizar en los Estados vecinos y rivales, el capitalismo se trasladó por vía coercitiva y violenta a territorios en los que no había aparecido de forma espontánea. Se impuso el imperialismo y el capitalismo se extendió por todo el planeta, dando origen a un sistema deforme, integrado por economías con estructuras internas diferentes: las propias de las metrópolis, desarrolladas y expansivas y las de las colonias, dependientes, subordinadas, subdesarrolladas y generadoras de pobreza. La aparición, consolidación y expansión de las empresas multinacionales, que se han convertido en las auténticas protagonistas del desarrollo capitalista después del fin de la segunda guerra mundial. En la actualidad, las empresas multinacionales ejercen su hegemonía en los diversos mercados nacionales y en el mercado mundial. Pero chocan con infinidad de impedimentos que frenan su actuación, la desvirtúan, la alejan de los objetivos prioritarios, a saber, la masificación de beneficios en un mercado libre y sin trabas estatales de tipo alguno. Las empresas multinacionales en su accionar se ven obligadas a burlar, a sortear todo tipo de legislaciones diferentes en materia laboral, fiscal, mercantil, etc., políticas económicas a veces contrapuestas, monedas distintas, incluso sistemas de pesos y medidas heterogéneos. Una situación de tal tipo, caótica y artificialmente mantenida por la pervivencia de los Estados centralistas no es el mejor marco para la expansión mundial del capital y para la acción de sus protagonistas, las empresas multinacionales. Estas requieren y exigen, por tanto, que se adopten medidas que homogeneicen el marco de actuación de todas ellas, que eliminen barreras artificiales, en definitiva, exigen y requieren la integración económica. El resultado de la Segunda Guerra Mundial fue decisivo para la división del mundo en dos bloques, el socialista y el capitalista. Pero lo trascendente con respecto al tema que nos ocupa fue que en el bloque capitalista una potencia, los Estados Unidos, impusieron su hegemonía al resto de Estados capitalistas. Y una de las principales facetas de esta hegemonía fue la dolarización de las relaciones comerciales internacionales, incontestada hasta la crisis del sistema monetario internacional entre 1967 y 1973. En la actualidad, la tupida red de relaciones financieras y económicas de todo tipo hace que, de hecho, las monedas nacionales dependan unas de otras. Pero lo relevante es que siguen existiendo monedas nacionales. La globalización se expresa también por la homogeneización de procesos productivos y de hábitos de consumo en los distintos países. Ello permite una ampliación inusitada de la escala de la producción y facilita la integración de los procesos productivos. En la actualidad, infinidad de mercancías son el resultado de procesos transformadores efectuados en diferentes países. En último lugar, la globalización se asienta sobre una base material sólida y eficiente. El progreso técnico en materia de transportes, comunicaciones, control a distancia de procesos, toma de decisiones, etc., ha facilitado de forma notable la dispersión de actividades por todo el planeta cuyo centro de control, su sede central, puede estar situado a miles de kilómetros de los lugares de producción y venta. Hoy día, las empresas multinacionales adoptan su política de localización de actividades ante un mundo y no ante el reducido mapa de un Estado nacional. Pero, y esto sigue siendo lo relevante, para adoptar una decisión racional de localización no se tienen en cuanta sólo las condicionantes naturales y la situación económica: distancia al centro de abastecimiento de materias primas o al de consumo final, existencia o no de mano de obra, tanto cualificada como no cualificada, diferencias de salarios, existencia o no de infraestructuras suficientes, etc., es decir, todo aquello que configura el marco de actuación del libre mercado. Sin embargo, además, las empresas multinacionales, para adoptar sus decisiones racionales de localización, han de tener presente el factor diferencial que representa la existencia de Estados distintos, con monedas, políticas económicas y legislaciones distintas. Esta distorsión artificial de las regla de funcionamiento del mercado libre alteran profundamente la adopción de decisiones racionales. Por ello las grandes corporaciones exigen, requieren con urgencia, la unificación, en definitiva, la integración económica. La peculiar situación surgida al final de la Segunda Guerra Mundial, que dividía al mundo en dos bloques antagónicos y enfrentados en la llamada guerra fría, tuvo una repercusión inesperada: aletargó durante más de cuatro décadas las rivalidades entre Estados capitalistas y favoreció la aparición de un clima mundial, dentro del ámbito capitalista, favorable a la cooperación y contrario al conflicto. Esto explica la posibilidad de poner en práctica instituciones de carácter mundial como las que surgieron de los acuerdos de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, más adelante llamado Banco Mundial, son instituciones que, como la propia ONU, prefiguran la necesidad de empezar a adoptar decisiones globales, que afecten a todos los países: son embriones de un futuro Estado mundial, aún en pañales y sometido a la influencia de la potencia hegemónica, pero a pesar de ello, embriones de futuras instituciones de regulación a nivel mundial. Más difícil fue el acuerdo institucional en materia comercial. La Organización Mundial de Comercio no pudo ver la luz en aquel entonces y fue substituida precariamente por Rondas sucesivas de negociaciones en el seno de una institución provisional, el GATT, cuya inesperadamente duradera vida se alargó hasta 1995, año en el que ha sido constituida de forma efectiva la Organización Mundial de Comercio. Las instituciones nacidas tras los acuerdos de Bretton Woods, en particular el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, fueron los primeros eslabones de la cadena que ha de dotar al mundo de auténticas instituciones de regulación a nivel mundial y que constituyen la base del Derecho Internacional Económico. Sus actuaciones, por ejemplo en la reconstrucción europea de posguerra, en la construcción de un sistema monetario internacional estable y su  modificación cuando éste entra en crisis en 1971-73, la organización de la ayuda al desarrollo, etc., son ejemplos de esta pionera intervención político económica a nivel mundial. Ciertamente, con distorsiones, tales como el papel hegemónico y dominante de Estados Unidos en su seno o la clara injerencia de ambas instituciones en decisiones soberanas de los distintos Estados afectados por sus directrices, sobre todo aquellos que aplican sus planes de ajuste. Más significativo ha sido el papel jugado por las diversas Rondas del GATT. Su misión era mucho más concreta y tangible que la del FMI o el BM: se trataba de crear el marco de actuación del libre mercado a nivel mundial. Era, por tanto, el espacio en el cual se confrontaban, por un lado, los intereses de cada Estado y, por otro, los de las grandes empresas multinacionales, los primeros celosos de la protección de su mercado interno y las segundas necesitadas de la apertura de fronteras para el pleno desarrollo del comercio mundial. La última Ronda del GATT y la creación de la Organización Mundial de Comercio son el mejor ejemplo de la consolidación de una institución vital para el proceso de globalización. Pero las instituciones que en el terreno económico significan el mayor avance de la globalización son las que se derivan de los diversos procesos de integración que hoy día están en curso. El más antiguo y el más avanzado es sin duda el de la Unión Europea (UE). Las diversas etapas de la construcción europea, que van desde la Comunidad Económica Europea (CEE) de seis países, la CECA y la EURATOM, hasta la actual UE, pasando por la Comunidad Europea a 9, a 12 y, por último, a 15 países, representa el mayor esfuerzo de unificación económica. Es la cristalización a nivel regional de la necesidad imperiosa de la globalización, referida a la abolición de fronteras, de heterogeneidad legislativa y, en general, de todo aquello que se oponga al libre funcionamiento del mercado, necesidad que el gran capital europeo, no sin reticencias, ha sabido comprender y resolver. No obstante, las principales dificultades para el avance del proceso integrador en Europa proceden de los recelos de las instituciones estatales de los países que la forman, de sus Gobiernos atrapados por la disyuntiva trágica de la necesidad de apoyar la integración que favorece la regionalización económica y que es imprescindible, por un lado, mientras que, por otro, son conscientes de que todo avance de la integración representa necesariamente el descenso de su soberanía que, efectivamente y a más o menos largo plazo, está condenada a desaparecer a beneficio de una institución política y económica central fuerte que gestione y dirija el proceso común: tal y como ocurrió cuando se crearon los Estados centralistas nacionales que hoy se intentan integrar. Sin embargo, no se reduce a Europa el esfuerzo integrador. La otra potencia, la que ha sido dominante y hegemónica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, es decir, los Estos Unidos de Norteamérica, se han encaminado también por la misma senda y la fundación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCNA) es precisamente la expresión de esta necesidad. Cabe, sin embargo, entenderla también como una respuesta al reto que representa la Unión Europea para la hegemonía norteamericana. En cualquier caso, este proceso difiere del europeo sobre todo por cuanto se trata de un proceso encabezado por la Primera Potencia Mundial que, de hecho, tiende a absorber a dos economías muy diferentes: una desarrollada, el Canadá y otra subdesarrollada y periférica, México, siendo así el primer intento de integración de países con estructuras internas muy diferentes: unos, centrales, el otro, periférico. Pero, en definitiva, el objetivo final del proceso es el mismo que en Europa: crear un marco libre de actuación para el capitalismo, instaurando el libre mercado sin trabas arancelarias que lo dificulten. Japón es, a este respecto, la potencia que se encuentra mas retrasada en la institucionalización de los procesos integradores, lo cual no obsta para que su papel como centro de una importante zona de influencia sea muy relevante. Otros procesos de integración como el de Mercosur e, incluso, la situación actual que atraviesan el Pacto Andino y los procesos de integración de América Central y el Caribe, son también expresión del mismo fenómeno.

Aspecto para la Integración económica.
Los argumentos desarrollados por Adam Smith y por David Ricardo para mostrar las ventajas que reporta el comercio entre Naciones son igualmente válidos cuando se trata de ponderar las virtudes de la integración económica. Cualquier acuerdo internacional que favorezca la especialización y el intercambio estará aumentando la eficiencia en la asignación de los recursos y la productividad de los factores. Se pueden distinguir diversas fases o grados de integración económica entre países atendiendo al nivel alcanzado por el desarme arancelario y por la coordinación de las políticas económicas. Un area de Libre Comercio está formada por varios países que deciden eliminar las barreras al comercio interno pero manteniendo cada uno sus propios aranceles diferentes frente a terceros. El problema que se deriva de esto es la necesidad de mantener controles fronterizos para los productos que procedan de países pertenecientes al Área de Libre Comercio pero que hayan sido producidos total o parcialmente en el exterior. La Unión Aduanera se produce cuando un Área de Libre Comercio establece un arancel exterior común. La unión aduanera requiere de mayores esfuerzos de negociación y acuerdo interno ya que cada país perteneciente a la unión verá modificada su estructura productiva en mayor o menor grado como consecuencia de decisiones comunes. Los controles fronterizos desaparecen para los productos pero permanecen las barreras que impiden la circulación de los factores. El Mercado Común supone la eliminación de barreras a la circulación de los factores productivos, es decir, de los trabajadores y del capital. La libre circulación de trabajadores consiste en permitir en igualdad de condiciones la contratación de la mano de obra que proceda de los países integrantes y en que además, se reconozcan mutuamente las titulaciones profesionales y haya una cierta armonización de criterios educativos. La libre circulación de capitales podría quedar desvirtuada mediante el establecimiento de impuestos diferenciales por lo que requiere también un cierto grado de armonización fiscal. La Integración Económica, finalmente, implica la aparición de una autoridad supranacional que adoptará las decisiones de política fiscal y monetaria. Cualquier decisión particular dirigida al fomento de una rama productiva o a la corrección de un desequilibrio regional deberá ser autorizada por dicha autoridad. Dentro de los aspectos y proyectos de integración económica en muchas regiones del mundo se han iniciado procesos de integración internacional que, como mucho, se han quedado en la primera fase de área de libre comercio. Citaremos los más importantes intentos destacando los más recientes. En Latinoamérica fue pionera la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), formada en 1960 por todos los países de la zona excepto México y las Guyanas. Fue substituida en 1980 por la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) de la que forman parte Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. En su seno han surgido diversas iniciativas, entra las que se puede destacar MERCOSUR, el Mercado Común del Cono Sur formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay en marzo de 1991. En 1989 se estableció un Tratado de libre comercio (TLC) entre Canadá y Estados Unidos que en junio de 1991 se amplió a México formando la NAFTA (North American Free Trade Association). Esto  parece ser la respuesta defensiva americana ante los avances y el
poder económico alcanzado por la Unión Europea, pero las mayores diferencias existentes entre los países americanos hacen prever que sus progresos serán más lentos. En cualquier caso, sus objetivos en este momento son también mucho menos ambiciosos. En Asia existen actualmente dos proyectos. La AFTA (ASEAN Free Trade Asotiation) en cuyo núcleo están los diez miembros de la ASEAN (Asociación de Estados del Sudeste Asiático), Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur, Tailandia, Brunei, Vietnam, Camboya, Laos y Myanmar. La ASEAN engloba a 400 millones de personas y sus economías son las de crecimiento más rápido del mundo. El otro gran proyecto es la APEC (Asian Pacific Economic Cooperation). La APEC tiene actualmente 21 miembros. Fue establecida en 1989 por Australia, Brunei, Canadá, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Malasia, Nueva Zelanda, Filipinas, Singapur, Tailandia y los Estados Unidos. Posteriormente se han ido uniendo China, HongFMIC Kong y Taipei, México, Papua-Nueva Guinea, Chile, Perú, Rusia y Vietnam. Esta APEC se presenta como una alternativa más global a la CE. En 1996 el comercio exterior de los países de la APEC representó el 45% del comercio mundial. En África destaca la Unión del Magreb Arabe integrada por Libia, Túnez, Argelia, Mauritania y Marruecos, habiendo sido creadas también la Comunidad del África Oriental, la Comunidad Económica de los Estados del África Occidental, la Unión Aduanera y Económica del África Central y la Unión Monetaria del Oeste Africano, entre otros. Entre los países del este de Europa se creó tras la Segunda Guerra Mundial el COMECOM, Consejo de Asistencia Económica Mutua, como respuesta al plan Marshal y al Mercado Común; ha sido una de las primeras instituciones que quedó disuelta en la vorágine de cambios de los países comunistas. Los otros países europeos que habían quedado al margen de la creación de las Comunidades Europeas, decidieron crear en 1959, bajo el liderazgo del Reino Unido, la Asociación Europea de Libre Comercio, EFTA. Además del RU formaron parte inicialmente Austria, Dinamarca, Noruega, Portugal, Suecia y Suiza. Más tarde se incorporaron Islandia, Finlandia y Liechtenstein. En 1972, el Reino Unido y Dinamarca la abandonaron para entrar en la CEE. Posteriormente la han seguido abandonando los demás. Actualmente está formada sólo por Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza. La EFTA mantiene actualmente unos lazos muy estrechos con la Unión Europea institucionalizados en la EEA, European Economic Area, mediante acuerdos establecidos en Oporto en 1992. Como es sabido, el proceso integrador más avanzado es el de los países que forman parte de la unión europea.

 Integración Económica en Europa.
La integración económica europea está fundamentada en varios objetivos políticos más o menos explícitos que han ido substituyéndose conforme pasaba el tiempo: impedir la reanudación del enfrentamiento bélico sobre el suelo europeo, favorecer la reconstrucción de lo destruido en la Segunda Guerra Mundial, establecer una barrera al expansionismo soviético, defenderse de la agresividad económica americana, constituirse como tercera potencia económica mundial. La Unión Europea ha superado ya los tres grados iniciales de integración: área de libre comercio, unión aduanera y mercado común y tiene muy avanzado el proceso de unión económica. Los quince países de la Unión Europea forman un Área de Libre Comercio. Han desaparecido totalmente las barreras cuantitativas y arancelarias para todos los productos, están completamente homogeneizadas las normativas sanitaria y técnica y los trámites administrativos del transporte por lo que no existe ninguna barrera al movimiento interno de bienes y servicios. Los derechos de aduana e industriales quedaron totalmente eliminados el 1 de julio de 1968 entre los seis países entonces miembros de las Comunidades Europeas. Los países de la Unión Europea forman una Unión Aduanera. En su comercio externo la CEE aplica, desde 1968, un Arancel o Tarifa Exterior Común (TEC) para todos los bienes industriales, productos agrícolas y servicios producidos en el exterior. La UE mantiene acuerdos comerciales con países no europeos que son especialmente importantes para los países Mediterráneos y los llamados ACP. La Unión Europea forman un Mercado Único que garantiza la libre circulación de capital y personas en los 15 Estados miembros. Los trabajadores pueden ser contratados por las empresas en las mismas condiciones sea cual sea su país de origen. Hay libertad para que los profesionales se establezcan en el país que deseen. Los capitales se mueven libremente. Doce países que han aceptado el euro como su moneda, han formado una unión monetaria en la que sólo hay una autoridad monetaria y una política monetaria. Los demás países adaptan sus políticas monetarias hacia la convergencia con el euro. Respecto a la política fiscal, estamos muy lejos de la unidad, pero hay una gran coordinación, con normas de disciplina presupuestaria comunes para todos y sistemas fiscales homogéneos. El presupuesto comunitario aún representa un porcentaje muy pequeño del producto europeo. Hay políticas comunes específicas para la Agricultura, la Pesca y la Industria. La política fiscal tiene unos objetivos de equilibrio social, sectorial y regional instrumentado mediante los Fondos Estructurales y de Cohesión. El Acta Única Europea de 1986 estableció un calendario para la consecución de determinados objetivos en materia de mercado interior. Entre sus resultados, extraordinariamente positivos, pueden destacarse los siguientes:
1. La apertura de los contratos públicos, mediante la mejora de las directivas sobre los contratos de obras y suministros, acentuando su transparencia y su control y ampliándolos a importantes sectores hasta entonces excluidos, tales como los transportes, la energía y las telecomunicaciones.
2. La supresión de las disparidades fiscales, mediante la aproximación de las disposiciones nacionales en materia de fiscalidad indirecta, impuesto sobre el valor añadido (IVA) e impuestos sobre consumos específicos.
3. La liberalización de los mercados de capitales y de los servicios financieros.
4. La normalización, mediante el mutuo reconocimiento de textos y certificados nacionales y, en general, mediante el reconocimiento del principio de equivalencia de las normas nacionales, junto a determinadas medidas de armonización en materia de seguridad y de ruidos.
5. La supresión de los obstáculos técnicos (libre ejercicio de las actividades profesionales y equivalencia de las formaciones) y físicos (controles en las fronteras) a la libre circulación de las personas. Así, por ejemplo, la Directiva adoptada en noviembre de 1997 sobre la profesión de abogado facilita el ejercicio de esta profesión en el conjunto de la Unión Europea.
6. La creación de un marco favorable a la cooperación industrial mediante la armonización del Derecho de sociedades y la aproximación de las legislaciones en materia de propiedad intelectual e industrial.
7. La liberalización de los servicios (telecomunicaciones, energía, etc.), que representan más del 70% del Producto Interno Bruto de la Unión Europea.

Integración Económica en Asia.
La integración económica en Asia- Pacífico (y más concretamente en el polo más dinámico de esa inmensa región, el de Asia oriental o del Pacífico occidental) ha progresado mucho en los últimos años, tal y como reflejan las estadísticas de comercio e inversiones entre los países de la zona. Lo destacable, sin embargo, no es tanto ese fenómeno, pese a que es ciertamente muy significativo, como el hecho de que empieza a verse acompañado de importantes acuerdos comerciales regionales (Regional Trade Agreements, RTA, por utilizar la expresión oficial usada en el vocabulario comercial internacional). Es bien sabido que hasta hace bien poco el único organismo formal de integración que existía en la zona era la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (Association of Southeast Asian Nations, ASEAN, por sus siglas en inglés, que son las que se utilizan normalmente). Como es bien conocido, la ASEAN fue creada en 1967 con cinco miembros (Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur y Tailandia), grupo al que posteriormente se sumaron Brunei en 1984, Vietnam en 1995, Laos y Myanmar en 1977 y, finalmente, Camboya en 1998. Ese proceso de integración, circunscrito por tanto al sudeste asiático, no afectaba a la cada vez más importante región del noreste asiático (Japón, China, Corea, Taiwan, etc.). Desde hace sólo unos pocos años, se está registrando en Asia oriental un auge de lo que se ha podido llamar un “nuevo regionalismo económico” basado en la adopción de varias iniciativas regionales: por una parte, se han alcanzado dos grandes acuerdos llamados “plurilaterales” (ASEAN+3 y ASEAN- China) y, por otro lado, han proliferado la firma o el estudio de acuerdos comerciales bilaterales entre países de la región (Japón- Singapur, Japón- Corea del Sur, etc.). Ese fenómeno es novedoso en la medida en que tradicionalmente los países de Asia oriental carecían de esquemas de integración regional (con la única excepción, ya mencionada, de la ASEAN) y habían optado, en su política comercial exterior, por un enfoque multilateral, a través primero del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y luego la Organización Mundial de Comercio (OMC). En contraste con otros casos, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la Unión Europea (UE), Asia oriental en su conjunto no tenía pues mecanismos formales de integración regional que vinculasen a toda la región. Las rivalidades históricas, la renuencia de Japón a ejercer el liderazgo, la oposición de EEUU y, más recientemente, la creciente rivalidad entre China y la ASEAN son factores, entre otros, que explicaban esa anomalía. La situación ha cambiado mucho en los últimos seis años. El nuevo regionalismo en Asía oriental además del Área de Libre Comercio de la ASEAN (ASEAN Free Trade Area, AFTA en sus siglas en inglés), creada en 1992 e iniciada, en su primera fase, en 2002, lo más destacable de la integración económica en Asia oriental estuvo constituido por los nuevos acuerdos regionales y bilaterales. El AFTA fue una iniciativa de la ASEAN para crear un área de libre comercio entre los países participantes (los seis miembros iniciales de la ASEAN, esto es Brunei, Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur y Tailandia) cuya primera fase comenzó en enero de 2002 cuando esos países redujeron los aranceles en sus intercambios bilaterales a menos del 5%. La segunda fase, consistente en asegurar el acceso sin aranceles de los productos de los restantes países de ASEAN (Camboya, Laos, Myanmar y Vietnam) a los mercados más solventes de la Asociación, empezará en 2003. Esos cuatro últimos países reducirán sus aranceles a menos del 5% en 2006. Los seis primeros tendrán aranceles nulos y eliminarán las barreras no arancelarias en 2010, mientras que los cuatro restantes estarán obligados a hacerlo en 2015.

Integración Económica en América Latina.
Para poder comprender la situación de los ordenamientos jurídicos básicos de la integración económica regional en América Latina, es necesario tener en consideración la intensa actividad desarrollada por los países de la región en relación a la firma y vigencia de los acuerdos. Se observa en la actualidad un profundo interés por parte de diversos grupos pertenecientes a la sociedad civil de América Latina y el Caribe para afianzar y consolidar un rol de participación activa en la profundización de los procesos existentes y el alcance de nuevos acuerdos. Por ello, es necesario tener acceso a la información referida al contexto jurídico en que se desarrolla el actual proceso de integración regional hacia todos los sectores interesados, ya sean éstos pertenecientes a las esferas gubernamentales o no gubernamentales. Las razones para justificar la integración latinoamericana han cambiado en el tiempo y de acuerdo a los modelos de desarrollo que se han considerado más convenientes o más adecuados a las circunstancias nacionales e internacionales, los objetivos de la integración han sido los mismos desde que las Naciones de América Latina obtuvieron su independencia. Durante la segunda parte del siglo veinte se ha intentado el acercamiento entre los países preferentemente por la vía económica, siguiendo el modelo de los países europeos. La integración económica se ha considerado y se ha justificado, sin embargo, no sólo como un fin por sí misma sino también como un medio para avanzar hacia la formación de una comunidad latinoamericana. La homogeneidad cultural e histórica (en cuanto a idioma, religión y tradición jurídica) y la continuidad geográfica han hecho pensar que la formación de una comunidad de Naciones latinoamericanas no encontraría los obstáculos presentes en otras latitudes y permitiría una realización más plena de la identidad y las potencialidades de la región. Los niveles de desarrollo relativamente similares de los países del área contribuirían en el mismo sentido. La independencia de la mayoría de los países del Caribe y el acercamiento entre ellos y de ellos con los otros de América Latina ha ampliado el concepto y el alcance geográfico de una posible comunidad, la cual ahora se concibe en términos de América Latina y el Caribe. La participación activa en los asuntos internacionales y una mayor gravitación de la región a nivel mundial con el objeto de defender los intereses propios y los principios generales que inspiran la política internacional de los países latinoamericanos (tales como la paz mundial, el desarrollo equitativo y la promoción de los Derechos Humanos) constituye una razón adicional en favor de su integración. La diversidad de enfoques posibles ha determinado que las características de la comunidad latinoamericana y del Caribe no se hayan definido. Sin embargo, se entiende que la paz regional y el sistema democrático de gobierno serían factores constitutivos de la misma. El desarrollo de las potencialidades económicas de la región y el logro de niveles de vida adecuados para su población han sido otros de los objetivos de la integración latinoamericana. En el pasado, la variedad y calidad de las riquezas naturales y   la ubicación geográfica de América Latina condujeron a pensar en que sus países tenían las condiciones necesarias para alcanzar avanzados estadios de desarrollo. La explotación de tales recursos naturales, sin embargo, no dio lugar a la formación de economías dinámicas capaces de sostener su propio crecimiento. La complementación de sus capacidades productivas para formar una masa crítica suficiente para generar un crecimiento auto sostenido en la región se convirtió por ello en un objetivo compartido. Esto requería incrementar los vínculos económicos. Entre ellos, el intercambio comercial jugaba un papel de primera importancia. Sin embargo, los flujos comerciales intrarregionales eran escasos y no se contaba con la infraestructura física ni organizativa para incrementarlos de manera significativa. Tampoco tenían la mayoría de las economías nacionales las condiciones necesarias para desarrollar por sí mismas los sectores más dinámicos de la economía moderna y los que incorporaban los mayores avances tecnológicos. La división internacional del trabajo prevaleciente hasta la Segunda Guerra Mundial, según la cual le correspondía a los países de América Latina ser exportadores de materias primas, contribuyó a orientar a las economías nacionales latinoamericanas hacia los grandes centros industriales y depender del comercio con ellos para proveerse de bienes manufacturados. No existía, por tanto, un estímulo económico inmediato para vincular entre sí a las economías de la región. A lo que se añadían los obstáculos políticos y administrativos que dificultaban un mayor acercamiento. El propio crecimiento de las economías nacionales, sin embargo, fue creando condiciones para una complementación de las mismas que potenciara sus posibilidades de desarrollo. Los mercados nacionales se hacían cada vez más insuficientes para las actividades domésticas y no permitían incorporar los avances tecnológicos, las escalas de producción y los métodos de organización requeridos para alcanzar mayores niveles de desarrollo. De esta forma la complementación económica, además de ser una aspiración, pasó a convertirse en una necesidad. La complementación económica se planteó en términos de crecimiento y de mejoramiento de los niveles de vida de la población, tomando en cuenta los diferentes grados de desarrollo de los países participantes. Por ello se ha expresado como la promoción de un desarrollo equilibrado y armónico. La necesidad de complementar esfuerzos se presenta no sólo en los aspectos económicos sino también en los sociales. La insuficiencia del desarrollo regional tiene una de sus expresiones más visibles en las condiciones en las cuales deben vivir las grandes mayorías. La carencia de servicios mínimos en educación, salud y vivienda; la incapacidad de los aparatos productivos para crear empleo suficiente; así como la extensión de la pobreza en amplios grupos de la población, constituyen una de las mayores debilidades de las sociedades latinoamericanas y retardan sus posibilidades de desarrollo económico. La experiencia de situaciones adversas que son comunes a los países de la región ha acentuado la necesidad de realizar esfuerzos conjuntos. Por ello han tendido a abandonarse los intentos de construir polos de crecimiento aislados que aspiraban a alcanzar un mayor grado de desarrollo independientemente de lo que sucediera en el resto de la región. Asimismo las crecientes migraciones de población han contribuido a resaltar la importancia de encarar los problemas sociales de manera cooperativa y de crear una base económica en la cual los beneficios del desarrollo sean compartidos por los diferentes países de la región y el hemisferio. La generalización de condiciones sociales no satisfactorias, la insuficiencia del desarrollo y las recurrentes crisis políticas y económicas en la mayoría de los países latinoamericanos, ha conducido a la toma de conciencia de que la región enfrenta situaciones y experiencias comunes que requieren de esfuerzos conjuntos para superarlas. La convicción de que se cuenta con los recursos naturales y humanos y con una voluntad política creciente para superar tales situaciones le han conferido un carácter positivo a las tareas de integración. El régimen democrático de gobierno, la paz relativa, el respeto a las libertades públicas y la promoción de los Derechos Humanos son requisitos de la integración regional. Aunque en términos relativos la paz ha sido la situación predominante en la región en las relaciones entre Naciones, la inestabilidad política interna y el establecimiento de regímenes políticos diversos generaron suspicacia entre algunos Estados y se constituyeron en obstáculos para la cooperación y el reforzamiento de los vínculos entre ellos. La promoción y realización de proyectos comunes no solo es una manera de reforzar la cooperación, sino que contribuye además a estimular actitudes, interrelaciones y formas de proceder acordes con el espíritu democrático de los pueblos latinoamericanos. Con respecto a la integración económica europea uno de sus mayores impulsores, Robert Schuman, dijo que su misión era hacer que la guerra entre las Naciones de ese continente fuera no solo dañina sino imposible. En América Latina (donde prácticamente no existen perspectivas bélicas) la tarea sería hacer a la cooperación y al entendimiento mutuo no sólo posible sino necesario. La integración latinoamericana no puede, en consecuencia, limitarse al área económica, sino que aspira a convertirse en un instrumento para potenciar las posibilidades de mejoramiento educativo, de investigación científica, de aprovechamiento tecnológico, de confrontación de ideas, de creación artística y de expresión de las peculiaridades y la identidad de los pueblos y comunidades de la región. La integración económica del hemisferio en el ámbito de la conformación de un área de libre comercio ha sido planteada como un complemento a la integración latinoamericana, que pudiera contribuir al desarrollo de la región mediante la apertura de mercados, la atracción de inversiones y la modernización del aparato productivo. La nueva conformación de las relaciones comerciales y económicas a nivel mundial también pudiera permitir avanzar en esa dirección. Les corresponde, sin embargo, a los habitantes de América Latina adoptar las decisiones y enfrentar los retos que exigen el desarrollo económico y el mejoramiento de las condiciones de vida de su población

Integración Económica del África.
En el mundo actual existe un marcado atraso económico en África, lo cual se deriva en numerosos problemas de las más variadas índoles. Una razón obvia es que suele asociarse a África con el SIDA, el empobrecimiento, las grandes deudas, las guerras y los golpes de Estado. La historia demuestra que durante los últimos centenares de años África ha ido rezagada. Sin embargo, a lo largo de este último siglo África ha logrado brillantes éxitos gracias a sus tenaces esfuerzos, y su camino hacia el futuro le depara tanto oportunidades como desafíos. África es rica en recursos naturales. Los países africanos figuran en los primeros puestos del mundo en cuanto a las reservas y a la producción de numerosos recursos naturales, y a la producción de cosechas tropicales. Sirvan de ejemplo la bauxita de Guinea, el uranio de Nigeria, el cacao de Costa de Marfil, el oro de Sudáfrica, los bosques de la República Democrática del Congo y los diamantes de Sierra Leona. Por lo que respecta a los recursos humanos, desde que consiguieron la independencia, los países africanos han formado a un nutrido contingente de personal talentoso por su cuenta o en países occidentales. Este personal, que posee buenos conocimientos de sus propios países y de los Estados protectores, se convierte en una fuerza competitiva por medio de un mecanismo adecuado de selección de la gente. Al mismo tiempo, el proceso de la integración económica africana se ha acelerado. Ante el avance de la globalización económica mundial, muchos países africanos han caído en la cuenta de que no pueden desarrollar sus economías por separado y han comenzado a reflexionar seriamente sobre la integración económica regional. Desean desarrollar conjuntamente sus valiosos recursos naturales mediante la cooperación económica y aprendiendo de los puntos fuertes de otros, para compensar así sus propios puntos débiles, explotar los abundantes recursos naturales, ampliar su escala económica, desplegar todas sus ventajas integrales y garantizar su desarrollo económico sostenible. Actualmente África está llevando adelante el proceso de integración económica de acuerdo con el Tratado de la Comunidad Económica Africana, aprobado en la cumbre de la Organización de Unidad Africana de 1991. Según dicho Tratado, la integración económica se llevaría cabo en seis etapas y se completará antes del 2025. África es el último gran mercado que queda por desarrollar en el mundo. Dado que los países africanos han sido independientes hace poco tiempo, pueden adoptar flexiblemente cualquier nuevo patrón de desarrollo que se adecue a sus circunstancias. Al mismo tiempo, la industrialización de África se encuentra comparativamente atrasada, por lo que los países africanos pueden asimilar mejor y de forma directa las experiencias avanzadas de otros países y evitar los rodeos en el proceso de industrialización y modernización. Así las cosas, en 1958 se creó la Comisión Económica para África (CEPA), con el fin de desarrollar actividades relacionadas con la estimulación del desarrollo socioeconómico del continente africano. La CEPA promueve políticas y estrategias que aumenten la cooperación y la integración entre sus 53 países miembros, especialmente en lo relativo a las esferas de la producción, el comercio, las cuestiones monetarias, la infraestructura y las instituciones. También analiza problemas económicos y sociales, la promoción de la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible, el fortalecimiento de la gestión del desarrollo, el aprovechamiento de la revolución de la información para el desarrollo y la promoción de la cooperación e integración regionales. La perspectiva de género se ha ido integrando paulatinamente a la labor de la CEPA.


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l Derecho hoy en día, con todo el contexto social que nos rodea nos es indispensable para la vida en si. El Derecho es un extenso compilado de Normas y Reglas que tienen como finalidad que nuestra sociedad pueda convivir de manera pacifica y en armonia, mediante su Justa aplicación.
El conocer de nuestras leyes, en muchas infortunadas ocasiones, nos puede resultar tedioso, aburrido, cansado o simplemente innecesario; Pero más allá de eso, tenemos la obligación de conocer minimo las leyes que nos benefician o afectan directamente, al ignorar las leyes nos convertimos en entes fáciles de manipular, vulnerar y ser victimas de terceros que nos pueden perjudicar en beneficio de ellos.

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