La
realidad de las Relaciones Económicas Internacionales, fundamentadas en el
Nuevo Orden Económico Internacional que surge bajo la labor de la ONU, da al
Derecho Internacional una tercera rama, novedosa más en cuanto a su estudio que
en cuanto a aquella realidad de la realidad internacional: el Derecho
Internacional Económico. Anteriormente existía una serie de organismos
internacionales tanto mundiales como regionales que se encargaban de regular el
aspecto económico y de desarrollo social, tal como el Consejo Económico y Social
de la Organización de las Naciones
Unidas, sin embargo, atendiendo a las actuales condiciones de integración
económica en bloques cada vez más unificados y sistemas económicos y políticos globalizados,
ha sido necesario en el marco del nuevo Derecho Internacional establecer al
Derecho Internacional Económico como una rama indispensable para el manejo y
desarrollo de las relaciones económicas internacionales.
Concepto de Desarrollo Internacional Económico.
El
desarrollo económico en las últimas décadas ha sido enorme. Desafortunadamente,
la riqueza y la prosperidad se han generado de forma desigual. Esta desigualdad
está provocando los problemas sociales y la inestabilidad política en casi
todas las regiones del mundo. El fin de la guerra fría y la rápida integración
de la economía mundial no han resuelto los problemas persistentes de la pobreza
extrema, el endeudamiento, el subdesarrollo y los equilibrios comerciales. La
realidad de las relaciones económicas internacionales, fundamentadas en el
nuevo orden económico internacional que surge bajo la labor de la ONU, da al
Derecho Internacional una novedosa rama más en cuanto a su estudio en cuanto a
aquella realidad de la realidad internacional el Derecho Internacional
Económico. Las relaciones económicas internacionales y su consecuencia, el
nuevo orden económico internacional, son reguladas en el seno de las Organizaciones
Internacionales que, a su vez, son sujetos del Derecho Internacional Público
integradas por la voluntad del sujeto típico y tradicional que es el Estado.
Los efectos producidos, por ese marco jurídico del nuevo orden económico
internacional, se reflejan además de en las relaciones interestatales, también
en las relaciones de entes privados que, no sólo son sujetos del Derecho
Internacional Público (como los individuos), sino incluso en actores de las Relaciones
Internacionales que, hoy por hoy, están lejos de ser considerados como sujetos
del Derecho Internacional Público, específicamente las empresas
multinacionales. La búsqueda de bienestar, cuyo principal promotor y
responsable es el Estado, está generando entre los individuos, el
derrumbamiento de ideologías y sentimientos nacionales que, con anterioridad
construían diques en las Relaciones Privadas Internacionales; hoy, las ideas de
integración y globalización a la que se enfrenta la sociedad internacional de
fin de siglo, evolucionan aceleradamente por los avances tecnológicos y los
medios de comunicación, aunque surgen de las voluntades sociales. Dicho lo
anterior, el Derecho Internacional Económico, plantea como contenido de estudio
las siguientes áreas: El Comercio Internacional que, tras su regulación
mediante el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), hoy la Organización
Mundial de Comercio (OMC), ha sido el promotor de los acuerdos regionales de integración
que, con un inicio de asociación comercial, evolucionan hacia el acercamiento
social e incluso político, de Estados. La Cooperación Internacional, cuyo marco
jurídico se fundamenta en uno de los propósitos de la ONU (Art. 1.3. de la
Carta de San Francisco) y que ha sido desarrollada por la Asamblea General y el
Consejo Económico y Social, órganos principales de dicha organización mundial.
Sin omitir, los innumerables acuerdos y Tratados, suscritos por los Estados
para el logro de dicho propósito. El Sistema Monetario Internacional,
organizado y regulado por los otros dos pilares de los históricos acuerdos de
Bretton Woods: El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. También en
este rubro, existe un sin número de acuerdos entre Estados, resaltando al respecto,
la ya inminente creación del Sistema Monetario Europeo, con una moneda única
(el EURO) y el Banco Central Europeo por encima de los Bancos Centrales de los
Estados miembros de la Unión Europea. El Desarrollo, quizá como el mayor anhelo
de cooperación en los aspectos económicos y sociales a que aspiran, las
Relaciones Internacionales. Para las Naciones Unidas el desarrollo de los
pueblos es la mejor forma de lograr la seguridad política, económica y social.
Para la Comunidad Internacional es preocupante que casi la mitad de la población
aún esté subsistiendo con menos de dos dólares diarios. Asimismo, casi un sexto
de la población mundial es analfabeta y más de 1,000 millones no dispongan de
agua potable. En la actualidad, la ONU continua siendo la única institución dedicada
a buscar formas de asegurar que la expansión económica y la globalización se
guíen por políticas que garanticen el bienestar del ser humano, el desarrollo sostenible,
la erradicación de la pobreza, principios comerciales justos y la reducción de
la abrumadora deuda externa. Las grandes ventajas que tiene la ONU para poder
trabajar en favor del desarrollo en todo el mundo son las siguientes: Es
universal, puesto que todos los países tienen voz cuando se toman decisiones de
política. Es imparcial, puesto que no representan a ningún interés nacional o
comercial en particular y pueden desarrollar relaciones especiales de confianza
con los países y sus poblaciones para suministrar asistencia sin condición
alguna. Cuenta con presencia mundial, gracias a que cuentan con la mayor red de
oficinas para el suministro de asistencia para el desarrollo. Tiene un mandato
amplio, que incluye el desarrollo, la seguridad y el bienestar universal. Las
actuales tendencias de la economía requieren que se adopten políticas macroeconómicas
que se ocupen de los desequilibrios actuales, especialmente de la desigualdad
cada vez mayor entre el Norte y el Sur, los problemas persistentes en los
países en desarrollo y las necesidades sin precedentes de los países en
transición de una economía centralizada una economía de mercado. Los programas
de asistencia de las Naciones Unidas en todo el mundo fomentan la reducción de
la pobreza, la supervivencia infantil, la protección del medio ambiente, el
adelanto de la mujer y los Derechos Humanos.
Concepto de Integración Económica.
Actualmente
en el ámbito internacional existe una fuerte tendencia hacia la globalización
que impone sus condiciones al quehacer económico y que impulsa y exige la
adopción de medias políticas de integración económica que eliminen todas las
trabas a su libre e impetuosa expansión. Los antecedentes históricos más claros
de los procesos de integración son aquellos procesos que se vivieron en los
países capitalistas desarrollados y que culminaron con el establecimiento de un
mercado interior protegido frente al exterior por un poderoso y fuerte Estado.
Es decir, los antecedentes de la situación actual son aquellos que permitieron
la configuración de los Estados capitalistas en los siglos XVIII y XIX. La
igualdad en el comportamiento económico
de los agentes, lo cual requería unicidad fiscal, mercantil, financiera, unidad
de pesos y mediadas, etc. Y, por encima de todo, unidad monetaria, que
permitiera la libre circulación de mercancías y el libre cambio en el interior del
territorio con un solo punto de referencia común: la moneda única. La unificación
monetaria implicó, por supuesto, la retirada de la circulación de las distintas
monedas existentes previamente a la unificación del mercado y del Estado y que
eran las propias de los diversos territorios unificados. La consecución de este
conjunto de homogeneidades se consiguió de grado o por la fuerza. Los
"criterios de convergencia" fueron los impuestos por la fracción
dominante de la burguesía, hegemónica en cada Estado central. Y tales criterios
de convergencia fueron inapelables, adoptados voluntariamente o impuestos por
la fuerza. La unificación monetaria de los Estados europeos no requirió el
"permiso" o la "aceptación" de los pueblos unificados sino
tan sólo el acatamiento de lo decidido por los correspondientes Estados
centrales. En Estados Unidos la cosa fue aun más aguda por cuanto implicó
incluso la desaparición de la forma habitual de producir en numerosos Estados del
Sur, es decir, la forma esclavista, incompatible con la libre competencia y el
libre juego de las fuerzas del mercado laboral (la competencia de los obreros
"gratuitos", los esclavos, era intolerable para la naciente y pujante
economía capitalista). El resultado final común a todos los casos, fue la
constitución de Estados fuertes, centralizados, con legislación única en su
territorio en materia económica (en otras materias, como la cultura, la
justicia, la educación, etc. algunos Estados conceden mayor o menor autonomía a
sus diversos territorios, como Estados Unidos o Alemania, pero en materia
económica, no), con homogeneidad de pesos y medias, con medidas fiscales
únicas, sin trabas internas al movimiento de mercancías y de capitales, e,
incluso, de personas y, sobre todo, con unidad monetaria y política económica
única. Es decir, los mismos objetivos que persigue hoy el experimento de
integración más avanzado: la Unión Europea. La "integración" nacional
fue un proceso complejo, impulsado por las necesidades del desarrollo
capitalista y, en ningún caso, fue un proceso consensual y admitido por todos
los que se integraban: por el contrario, en la generalidad de los casos fue un
proceso impuesto por la fuerza y consolidado también por la fuerza de los
Estados centralistas que se alumbraron en el curso de los conflictos: Estado
inglés, francés, alemán, italiano, norteamericano y otros europeos.
Precisamente, muchos de los Estados que hoy se necesitan "integrar",
para enlazar con la tradición histórica que se truncó precisamente por su
carácter centralista y unitario. Así pues, los procesos de integración
actuales, además de una necesidad económica evidente, significan el engarce con
una tradición histórica frenada hace algo más de un siglo. La consolidación de
los Estados centralistas y unitarios, construidos sobre las cenizas de los
reinos y otras instituciones estatales precapitalistas, originó una dualidad
contradictoria que se ha mantenido hasta nuestros días. En el interior de tales
Estados se implantó el libre mercado: se aseguró plenamente la libre
circulación de mercancías, personas y capitales, se unificó la moneda, la
política económica y la legislación mercantil y fiscal, se homogeneizaron los
hábitos de producción y de consumo. El mercado interno funcionó efectivamente como
el lugar concreto en el que se establecía la concurrencia de muchos productores
y muchos consumidores, oferta y demanda que determinaban la libre formación de
precios en el mercado. Es decir, triunfó el libre cambio, el mercado libre.
Pero la propia evolución del capitalismo fue modificando la naturaleza de esta situación.
Del capitalismo concurrente, se pasó al capitalismo monopolista de base
nacional, en el que las grandes empresas controlaban los mercados y en el cual
la libre competencia había dejado paso a la concurrencia monopólica. La
profunda centralización del capital llevada a efecto por el capital financiero
daba lugar a la existencia de nuevas y más amplias posibilidades de inversión.
Pronto, los límites del mercado interno se quedaron estrechos y el capital buscó
su expansión fuera de las fronteras nacionales del Estado en el que operaba.
Nació así el imperialismo. Pero con respecto al contexto internacional ocurrió
precisamente lo contrario: triunfó el proteccionismo. Mientras en el mercado
interno triunfaba el libre cambio y la homogeneización económica, en el exterior
se imponía el proteccionismo y la heterogeneidad legislativa, económica,
monetaria, incluso se mantenía la diferenciación en pesos y medidas. Se
estabilizaron, pues, las fronteras estatales y se truncó la continuación del
proceso de unificación de la base económica que se había producido en el interior de cada
Estado. Esta separación artificial política, institucional, etc., impedía la
libre expansión de los capitales concurriendo entre sí. Al no poderse realizar
en los Estados vecinos y rivales, el capitalismo se trasladó por vía coercitiva
y violenta a territorios en los que no había aparecido de forma espontánea. Se impuso
el imperialismo y el capitalismo se extendió por todo el planeta, dando origen
a un sistema deforme, integrado por economías con estructuras internas
diferentes: las propias de las metrópolis, desarrolladas y expansivas y las de
las colonias, dependientes, subordinadas, subdesarrolladas y generadoras de
pobreza. La aparición, consolidación y expansión de las empresas multinacionales,
que se han convertido en las auténticas protagonistas del desarrollo
capitalista después del fin de la segunda guerra mundial. En la actualidad, las
empresas multinacionales ejercen su hegemonía en los diversos mercados
nacionales y en el mercado mundial. Pero chocan con infinidad de impedimentos
que frenan su actuación, la desvirtúan, la alejan de los objetivos
prioritarios, a saber, la masificación de beneficios en un mercado libre y sin
trabas estatales de tipo alguno. Las empresas multinacionales en su accionar se
ven obligadas a burlar, a sortear todo tipo de legislaciones diferentes en materia
laboral, fiscal, mercantil, etc., políticas económicas a veces contrapuestas,
monedas distintas, incluso sistemas de pesos y medidas heterogéneos. Una
situación de tal tipo, caótica y artificialmente mantenida por la pervivencia
de los Estados centralistas no es el mejor marco para la expansión mundial del
capital y para la acción de sus protagonistas, las empresas multinacionales.
Estas requieren y exigen, por tanto, que se adopten medidas que homogeneicen el
marco de actuación de todas ellas, que eliminen barreras artificiales, en
definitiva, exigen y requieren la integración económica. El resultado de la
Segunda Guerra Mundial fue decisivo para la división del mundo en dos bloques,
el socialista y el capitalista. Pero lo trascendente con respecto al tema que
nos ocupa fue que en el bloque capitalista una potencia, los Estados Unidos,
impusieron su hegemonía al resto de Estados capitalistas. Y una de las
principales facetas de esta hegemonía fue la dolarización de las relaciones
comerciales internacionales, incontestada hasta la crisis del sistema monetario
internacional entre 1967 y 1973. En la actualidad, la tupida red de relaciones
financieras y económicas de todo tipo hace que, de hecho, las monedas
nacionales dependan unas de otras. Pero lo relevante es que siguen existiendo
monedas nacionales. La globalización se expresa también por la homogeneización
de procesos productivos y de hábitos de consumo en los distintos países. Ello
permite una ampliación inusitada de la escala de la producción y facilita la
integración de los procesos productivos. En la actualidad, infinidad de
mercancías son el resultado de procesos transformadores efectuados en
diferentes países. En último lugar, la globalización se asienta sobre una base
material sólida y eficiente. El progreso técnico en materia de transportes, comunicaciones,
control a distancia de procesos, toma de decisiones, etc., ha facilitado de
forma notable la dispersión de actividades por todo el planeta cuyo centro de
control, su sede central, puede estar situado a miles de kilómetros de los
lugares de producción y venta. Hoy día, las empresas multinacionales adoptan su
política de localización de actividades ante un mundo y no ante el reducido
mapa de un Estado nacional. Pero, y esto sigue siendo lo relevante, para
adoptar una decisión racional de localización no se tienen en cuanta sólo las condicionantes
naturales y la situación económica: distancia al centro de abastecimiento de
materias primas o al de consumo final, existencia o no de mano de obra, tanto
cualificada como no cualificada, diferencias de salarios, existencia o no de
infraestructuras suficientes, etc., es decir, todo aquello que configura el
marco de actuación del libre mercado. Sin embargo, además, las empresas
multinacionales, para adoptar sus decisiones racionales de localización, han de
tener presente el factor diferencial que representa la existencia de Estados
distintos, con monedas, políticas económicas y legislaciones distintas. Esta
distorsión artificial de las regla de funcionamiento del mercado libre alteran profundamente
la adopción de decisiones racionales. Por ello las grandes corporaciones
exigen, requieren con urgencia, la unificación, en definitiva, la integración
económica. La peculiar situación surgida al final de la Segunda Guerra Mundial,
que dividía al mundo en dos bloques antagónicos y enfrentados en la llamada
guerra fría, tuvo una repercusión inesperada: aletargó durante más de cuatro
décadas las rivalidades entre Estados capitalistas y favoreció la aparición de
un clima mundial, dentro del ámbito capitalista, favorable a la cooperación y
contrario al conflicto. Esto explica la posibilidad de poner en práctica
instituciones de carácter mundial como las que surgieron de los acuerdos de
Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción
y Fomento, más adelante llamado Banco Mundial, son instituciones que, como la
propia ONU, prefiguran la necesidad de empezar a adoptar decisiones globales,
que afecten a todos los países: son embriones de un futuro Estado mundial, aún
en pañales y sometido a la influencia de la potencia hegemónica, pero a pesar
de ello, embriones de futuras instituciones de regulación a nivel mundial. Más
difícil fue el acuerdo institucional en materia comercial. La Organización
Mundial de Comercio no pudo ver la luz en aquel entonces y fue substituida
precariamente por Rondas sucesivas de negociaciones en el seno de una
institución provisional, el GATT, cuya inesperadamente duradera vida se alargó
hasta 1995, año en el que ha sido constituida de forma efectiva la Organización
Mundial de Comercio. Las instituciones nacidas tras los acuerdos de Bretton
Woods, en particular el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
fueron los primeros eslabones de la cadena que ha de dotar al mundo de auténticas
instituciones de regulación a nivel mundial y que constituyen la base del
Derecho Internacional Económico. Sus actuaciones, por ejemplo en la
reconstrucción europea de posguerra, en la construcción de un sistema monetario
internacional estable y su modificación
cuando éste entra en crisis en 1971-73, la organización de la ayuda al desarrollo,
etc., son ejemplos de esta pionera intervención político económica a nivel
mundial. Ciertamente, con distorsiones, tales como el papel hegemónico y
dominante de Estados Unidos en su seno o la clara injerencia de ambas
instituciones en decisiones soberanas de los distintos Estados afectados por
sus directrices, sobre todo aquellos que aplican sus planes de ajuste. Más
significativo ha sido el papel jugado por las diversas Rondas del GATT. Su
misión era mucho más concreta y tangible que la del FMI o el BM: se trataba de
crear el marco de actuación del libre mercado a nivel mundial. Era, por tanto,
el espacio en el cual se confrontaban, por un lado, los intereses de cada
Estado y, por otro, los de las grandes empresas multinacionales, los primeros
celosos de la protección de su mercado interno y las segundas necesitadas de la
apertura de fronteras para el pleno desarrollo del comercio mundial. La última
Ronda del GATT y la creación de la Organización Mundial de Comercio son el mejor
ejemplo de la consolidación de una institución vital para el proceso de
globalización. Pero las instituciones que en el terreno económico significan el
mayor avance de la globalización son las que se derivan de los diversos procesos
de integración que hoy día están en curso. El más antiguo y el más avanzado es
sin duda el de la Unión Europea (UE). Las diversas etapas de la construcción
europea, que van desde la Comunidad Económica Europea (CEE) de seis países, la
CECA y la EURATOM, hasta la actual UE, pasando por la Comunidad Europea a 9, a
12 y, por último, a 15 países, representa el mayor esfuerzo de unificación económica.
Es la cristalización a nivel regional de la necesidad imperiosa de la globalización,
referida a la abolición de fronteras, de heterogeneidad legislativa y, en
general, de todo aquello que se oponga al libre funcionamiento del mercado,
necesidad que el gran capital europeo, no sin reticencias, ha sabido comprender
y resolver. No obstante, las principales dificultades para el avance del
proceso integrador en Europa proceden de los recelos de las instituciones estatales
de los países que la forman, de sus Gobiernos atrapados por la disyuntiva
trágica de la necesidad de apoyar la integración que favorece la
regionalización económica y que es imprescindible, por un lado, mientras que,
por otro, son conscientes de que todo avance de la integración representa
necesariamente el descenso de su soberanía que, efectivamente y a más o menos
largo plazo, está condenada a desaparecer a beneficio de una institución
política y económica central fuerte que gestione y dirija el proceso común: tal
y como ocurrió cuando se crearon los Estados centralistas nacionales que hoy se
intentan integrar. Sin embargo, no se reduce a Europa el esfuerzo integrador.
La otra potencia, la que ha sido dominante y hegemónica desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial, es decir, los Estos Unidos de Norteamérica, se han encaminado
también por la misma senda y la fundación del Tratado de Libre Comercio de
Norteamérica (TLCNA) es precisamente la expresión de esta necesidad. Cabe, sin
embargo, entenderla también como una respuesta al reto que representa la Unión
Europea para la hegemonía norteamericana. En cualquier caso, este proceso
difiere del europeo sobre todo por cuanto se trata de un proceso encabezado por
la Primera Potencia Mundial que, de hecho, tiende a absorber a dos economías
muy diferentes: una desarrollada, el Canadá y otra subdesarrollada y periférica,
México, siendo así el primer intento de integración de países con estructuras
internas muy diferentes: unos, centrales, el otro, periférico. Pero, en
definitiva, el objetivo final del proceso es el mismo que en Europa: crear un
marco libre de actuación para el capitalismo, instaurando el libre mercado sin
trabas arancelarias que lo dificulten. Japón es, a este respecto, la potencia
que se encuentra mas retrasada en la institucionalización de los procesos
integradores, lo cual no obsta para que su papel como centro de una importante
zona de influencia sea muy relevante. Otros procesos de integración como el de
Mercosur e, incluso, la situación actual que atraviesan el Pacto Andino y los procesos
de integración de América Central y el Caribe, son también expresión del mismo
fenómeno.
Aspecto para la Integración económica.
Los
argumentos desarrollados por Adam Smith y por David Ricardo para mostrar las
ventajas que reporta el comercio entre Naciones son igualmente válidos cuando
se trata de ponderar las virtudes de la integración económica. Cualquier
acuerdo internacional que favorezca la especialización y el intercambio estará
aumentando la eficiencia en la asignación de los recursos y la productividad de
los factores. Se pueden distinguir diversas fases o grados de integración
económica entre países atendiendo al nivel alcanzado por el desarme arancelario
y por la coordinación de las políticas económicas. Un area de Libre Comercio
está formada por varios países que deciden eliminar las barreras al comercio
interno pero manteniendo cada uno sus propios aranceles diferentes frente a
terceros. El problema que se deriva de esto es la necesidad de mantener
controles fronterizos para los productos que procedan de países pertenecientes
al Área de Libre Comercio pero que hayan sido producidos total o parcialmente
en el exterior. La Unión Aduanera se produce cuando un Área de Libre Comercio establece
un arancel exterior común. La unión aduanera requiere de mayores esfuerzos de
negociación y acuerdo interno ya que cada país perteneciente a la unión verá
modificada su estructura productiva en mayor o menor grado como consecuencia de
decisiones comunes. Los controles fronterizos desaparecen para los productos
pero permanecen las barreras que impiden la circulación de los factores. El
Mercado Común supone la eliminación de barreras a la circulación de los
factores productivos, es decir, de los trabajadores y del capital. La libre
circulación de trabajadores consiste en permitir en igualdad de condiciones la
contratación de la mano de obra que proceda de los países integrantes y en que
además, se reconozcan mutuamente las titulaciones profesionales y haya una
cierta armonización de criterios educativos. La libre circulación de capitales
podría quedar desvirtuada mediante el establecimiento de impuestos
diferenciales por lo que requiere también un cierto grado de armonización
fiscal. La Integración Económica, finalmente, implica la aparición de una autoridad
supranacional que adoptará las decisiones de política fiscal y monetaria.
Cualquier decisión particular dirigida al fomento de una rama productiva o a la
corrección de un desequilibrio regional deberá ser autorizada por dicha
autoridad. Dentro de los aspectos y proyectos de integración económica en muchas
regiones del mundo se han iniciado procesos de integración internacional que,
como mucho, se han quedado en la primera fase de área de libre comercio.
Citaremos los más importantes intentos destacando los más recientes. En
Latinoamérica fue pionera la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio
(ALALC), formada
en 1960 por todos los países de la zona excepto México y las Guyanas. Fue
substituida en 1980 por la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) de
la que forman parte Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador,
México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. En su seno han surgido diversas
iniciativas, entra las que se puede destacar MERCOSUR, el Mercado Común del
Cono Sur formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay en marzo de 1991. En
1989 se estableció un Tratado de libre comercio (TLC) entre Canadá y Estados Unidos
que en junio de 1991 se amplió a México formando la NAFTA (North American Free
Trade Association). Esto parece ser la
respuesta defensiva americana ante los avances y el
poder
económico alcanzado por la Unión Europea, pero las mayores diferencias existentes
entre los países americanos hacen prever que sus progresos serán más lentos. En
cualquier caso, sus objetivos en este momento son también mucho menos
ambiciosos. En Asia existen actualmente dos proyectos. La AFTA (ASEAN Free Trade
Asotiation) en cuyo núcleo están los diez miembros de la ASEAN (Asociación de
Estados del Sudeste Asiático), Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur,
Tailandia, Brunei, Vietnam, Camboya, Laos y Myanmar. La ASEAN engloba a 400
millones de personas y sus economías son las de crecimiento más rápido del
mundo. El otro gran proyecto es la APEC (Asian Pacific Economic Cooperation).
La APEC tiene actualmente 21 miembros. Fue establecida en 1989 por Australia,
Brunei, Canadá, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Malasia, Nueva Zelanda,
Filipinas, Singapur, Tailandia y los Estados Unidos. Posteriormente se han ido
uniendo China, HongFMIC Kong y
Taipei, México, Papua-Nueva Guinea, Chile, Perú, Rusia y Vietnam. Esta APEC se
presenta como una alternativa más global a la CE. En 1996 el comercio exterior
de los países de la APEC representó el 45% del comercio mundial. En África
destaca la Unión del Magreb Arabe integrada por Libia, Túnez, Argelia,
Mauritania y Marruecos, habiendo sido creadas también la Comunidad del África
Oriental, la Comunidad Económica de los Estados del África Occidental, la Unión
Aduanera y Económica del África Central y la Unión Monetaria del Oeste
Africano, entre otros. Entre los países del este de Europa se creó tras la
Segunda Guerra Mundial el COMECOM, Consejo de Asistencia Económica Mutua, como respuesta
al plan Marshal y al Mercado Común; ha sido una de las primeras instituciones
que quedó disuelta en la vorágine de cambios de los países comunistas. Los
otros países europeos que habían quedado al margen de la creación de las
Comunidades Europeas, decidieron crear en 1959, bajo el liderazgo del Reino
Unido, la Asociación Europea de Libre Comercio, EFTA. Además del RU formaron
parte inicialmente Austria, Dinamarca, Noruega, Portugal, Suecia y Suiza. Más
tarde se incorporaron Islandia, Finlandia y Liechtenstein. En 1972, el Reino Unido
y Dinamarca la abandonaron para entrar en la CEE. Posteriormente la han seguido
abandonando los demás. Actualmente está formada sólo por Islandia,
Liechtenstein, Noruega y Suiza. La EFTA mantiene actualmente unos lazos muy
estrechos con la Unión Europea institucionalizados en la EEA, European Economic
Area, mediante acuerdos establecidos en Oporto en 1992. Como es sabido, el
proceso integrador más avanzado es el de los países que forman parte de la
unión europea.
Integración
Económica en Europa.
La
integración económica europea está fundamentada en varios objetivos políticos
más o menos explícitos que han ido substituyéndose conforme pasaba el tiempo:
impedir la reanudación del enfrentamiento bélico sobre el suelo europeo,
favorecer la reconstrucción de lo destruido en la Segunda Guerra Mundial,
establecer una barrera al expansionismo soviético, defenderse de la agresividad
económica americana, constituirse como tercera potencia económica mundial. La Unión
Europea ha superado ya los tres grados iniciales de integración: área de libre
comercio, unión aduanera y mercado común y tiene muy avanzado el proceso de
unión económica. Los quince países de la Unión Europea forman un Área de Libre
Comercio. Han desaparecido totalmente las barreras cuantitativas y arancelarias
para todos los productos, están completamente homogeneizadas las normativas sanitaria
y técnica y los trámites administrativos del transporte por lo que no existe
ninguna barrera al movimiento interno de bienes y servicios. Los derechos de
aduana e industriales quedaron totalmente eliminados el 1 de julio de 1968
entre los seis países entonces miembros de las Comunidades Europeas. Los países
de la Unión Europea forman una Unión Aduanera. En su comercio externo la CEE
aplica, desde 1968, un Arancel o Tarifa Exterior Común (TEC) para todos los
bienes industriales, productos agrícolas y servicios producidos en el exterior.
La UE mantiene acuerdos comerciales con países no europeos que son
especialmente importantes para los países Mediterráneos y los llamados ACP. La
Unión Europea forman un Mercado Único que garantiza la libre circulación de
capital y personas en los 15 Estados miembros. Los trabajadores pueden ser
contratados por las empresas en las mismas condiciones sea cual sea su país de
origen. Hay libertad para que los profesionales se establezcan en el país que
deseen. Los capitales se mueven libremente. Doce países que han aceptado el
euro como su moneda, han formado una unión monetaria en la que sólo hay una autoridad
monetaria y una política monetaria. Los demás países adaptan sus políticas
monetarias hacia la convergencia con el euro. Respecto a la política fiscal,
estamos muy lejos de la unidad, pero hay una gran coordinación, con normas de
disciplina presupuestaria comunes para todos y sistemas fiscales homogéneos. El
presupuesto comunitario aún representa un porcentaje muy pequeño del producto europeo.
Hay políticas comunes específicas para la Agricultura, la Pesca y la Industria.
La política fiscal tiene unos objetivos de equilibrio social, sectorial y
regional instrumentado mediante los Fondos Estructurales y de Cohesión. El Acta
Única Europea de 1986 estableció un calendario para la consecución de
determinados objetivos en materia de mercado interior. Entre sus resultados,
extraordinariamente positivos, pueden destacarse los siguientes:
1.
La apertura de los contratos públicos, mediante la mejora de las directivas
sobre los contratos de obras y suministros, acentuando su transparencia y su
control y ampliándolos a importantes sectores hasta entonces excluidos, tales
como los transportes, la energía y las telecomunicaciones.
2.
La supresión de las disparidades fiscales, mediante la aproximación de las
disposiciones nacionales en materia de fiscalidad indirecta, impuesto sobre el
valor añadido (IVA) e impuestos sobre consumos específicos.
3.
La liberalización de los mercados de capitales y de los servicios financieros.
4.
La normalización, mediante el mutuo reconocimiento de textos y certificados
nacionales y, en general, mediante el reconocimiento del principio de
equivalencia de las normas nacionales, junto a determinadas medidas de
armonización en materia de seguridad y de ruidos.
5.
La supresión de los obstáculos técnicos (libre ejercicio de las actividades
profesionales y equivalencia de las formaciones) y físicos (controles en las
fronteras) a la libre circulación de las personas. Así, por ejemplo, la
Directiva adoptada en noviembre de 1997 sobre la profesión de abogado facilita
el ejercicio de esta profesión en el conjunto de la Unión Europea.
6.
La creación de un marco favorable a la cooperación industrial mediante la
armonización del Derecho de sociedades y la aproximación de las legislaciones
en materia de propiedad intelectual e industrial.
7.
La liberalización de los servicios (telecomunicaciones, energía, etc.), que
representan más del 70% del Producto Interno Bruto de la Unión Europea.
Integración Económica en Asia.
La
integración económica en Asia- Pacífico (y más concretamente en el polo más
dinámico de esa inmensa región, el de Asia oriental o del Pacífico occidental)
ha progresado mucho en los últimos años, tal y como reflejan las estadísticas
de comercio e inversiones entre los países de la zona. Lo destacable, sin
embargo, no es tanto ese fenómeno, pese a que es ciertamente muy significativo,
como el hecho de que empieza a verse acompañado de importantes acuerdos comerciales
regionales (Regional Trade Agreements, RTA, por utilizar la expresión oficial
usada en el vocabulario comercial internacional). Es bien sabido que hasta hace
bien poco el único organismo formal de integración que existía en la zona era
la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (Association of Southeast Asian
Nations, ASEAN, por sus siglas en inglés, que son las que se utilizan
normalmente). Como es bien conocido, la ASEAN fue creada en 1967 con cinco
miembros (Filipinas, Indonesia, Malasia, Singapur y Tailandia), grupo al que posteriormente
se sumaron Brunei en 1984, Vietnam en 1995, Laos y Myanmar en 1977 y,
finalmente, Camboya en 1998. Ese proceso de integración, circunscrito por tanto
al sudeste asiático, no afectaba a la cada vez más importante región del
noreste asiático (Japón, China, Corea, Taiwan, etc.). Desde hace sólo unos pocos
años, se está registrando en Asia oriental un auge de lo que se ha podido
llamar un “nuevo regionalismo económico” basado en la adopción de varias
iniciativas regionales: por una parte, se han alcanzado dos grandes acuerdos
llamados “plurilaterales” (ASEAN+3 y ASEAN- China) y, por otro lado, han proliferado
la firma o el estudio de acuerdos comerciales bilaterales entre países de la
región (Japón- Singapur, Japón- Corea del Sur, etc.). Ese fenómeno es novedoso
en la medida en que tradicionalmente los países de Asia oriental carecían de
esquemas de integración regional (con la única excepción, ya mencionada, de la
ASEAN) y habían optado, en su política comercial exterior, por un enfoque
multilateral, a través primero del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio
(GATT) y luego la Organización Mundial de Comercio (OMC). En contraste con
otros casos, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y
la Unión Europea (UE), Asia oriental en su conjunto no tenía pues mecanismos
formales de integración regional que vinculasen a toda la región. Las
rivalidades históricas, la renuencia de Japón a ejercer el liderazgo, la
oposición de EEUU y, más recientemente, la creciente rivalidad entre China y la
ASEAN son factores, entre otros, que explicaban esa anomalía. La situación ha cambiado
mucho en los últimos seis años. El nuevo regionalismo en Asía oriental además
del Área de Libre Comercio de la ASEAN (ASEAN Free Trade Area, AFTA en sus
siglas en inglés), creada en 1992 e iniciada, en su primera fase, en 2002, lo más
destacable de la integración económica en Asia oriental estuvo constituido por
los nuevos acuerdos regionales y bilaterales. El AFTA fue una iniciativa de la
ASEAN para crear un área de libre comercio entre los países participantes (los
seis miembros iniciales de la ASEAN, esto es Brunei, Filipinas, Indonesia,
Malasia, Singapur y Tailandia) cuya primera fase comenzó en enero de 2002
cuando esos países redujeron los aranceles en sus intercambios bilaterales a
menos del 5%. La segunda fase, consistente en asegurar el acceso sin aranceles
de los productos de los restantes países de ASEAN (Camboya, Laos, Myanmar y
Vietnam) a los mercados más solventes de la Asociación, empezará en 2003. Esos
cuatro últimos países reducirán sus aranceles a menos del 5% en 2006. Los seis
primeros tendrán aranceles nulos y eliminarán las barreras no arancelarias en 2010,
mientras que los cuatro restantes estarán obligados a hacerlo en 2015.
Integración Económica en América Latina.
Para
poder comprender la situación de los ordenamientos jurídicos básicos de la
integración económica regional en América Latina, es necesario tener en
consideración la intensa actividad desarrollada por los países de la región en
relación a la firma y vigencia de los acuerdos. Se observa en la actualidad un
profundo interés por parte de diversos grupos pertenecientes a la sociedad
civil de América Latina y el Caribe para afianzar y consolidar un rol de
participación activa en la profundización de los procesos existentes y el alcance
de nuevos acuerdos. Por ello, es necesario tener acceso a la información
referida al contexto jurídico en que se desarrolla el actual proceso de integración
regional hacia todos los sectores interesados, ya sean éstos pertenecientes a
las esferas gubernamentales o no gubernamentales. Las razones para justificar
la integración latinoamericana han cambiado en el tiempo y de acuerdo a los
modelos de desarrollo que se han considerado más convenientes o más adecuados a
las circunstancias nacionales e internacionales, los objetivos de la
integración han sido los mismos desde que las Naciones de América Latina
obtuvieron su independencia. Durante la segunda parte del siglo veinte se ha intentado
el acercamiento entre los países preferentemente por la vía económica,
siguiendo el modelo de los países europeos. La integración económica se ha
considerado y se ha justificado, sin embargo, no sólo como un fin por sí misma
sino también como un medio para avanzar hacia la formación de una comunidad latinoamericana.
La homogeneidad cultural e histórica (en cuanto a idioma, religión y tradición
jurídica) y la continuidad geográfica han hecho pensar que la formación de una
comunidad de Naciones latinoamericanas no encontraría los obstáculos presentes
en otras latitudes y permitiría una realización más plena de la identidad y las
potencialidades de la región. Los niveles de desarrollo relativamente similares
de los países del área contribuirían en el mismo sentido. La independencia de
la mayoría de los países del Caribe y el acercamiento entre ellos y de ellos
con los otros de América Latina ha ampliado el concepto y el alcance geográfico
de una posible comunidad, la cual ahora se concibe en términos de América
Latina y el Caribe. La participación activa en los asuntos internacionales y
una mayor gravitación de la región a nivel mundial con el objeto de defender
los intereses propios y los principios generales que inspiran la política internacional
de los países latinoamericanos (tales como la paz mundial, el desarrollo equitativo
y la promoción de los Derechos Humanos) constituye una razón adicional en favor
de su integración. La diversidad de enfoques posibles ha determinado que las características
de la comunidad latinoamericana y del Caribe no se hayan definido. Sin embargo,
se entiende que la paz regional y el sistema democrático de gobierno serían
factores constitutivos de la misma. El desarrollo de las potencialidades
económicas de la región y el logro de niveles de vida adecuados para su
población han sido otros de los objetivos de la integración latinoamericana. En
el pasado, la variedad y calidad de las riquezas naturales y la ubicación geográfica de América Latina
condujeron a pensar en que sus países tenían las condiciones necesarias para
alcanzar avanzados estadios de desarrollo. La explotación de tales recursos
naturales, sin embargo, no dio lugar a la formación de economías dinámicas
capaces de sostener su propio crecimiento. La complementación de sus capacidades
productivas para formar una masa crítica suficiente para generar un crecimiento
auto sostenido en la región se convirtió por ello en un objetivo compartido. Esto
requería incrementar los vínculos económicos. Entre ellos, el intercambio
comercial jugaba un papel de primera importancia. Sin embargo, los flujos
comerciales intrarregionales eran escasos y no se contaba con la
infraestructura física ni organizativa para incrementarlos de manera
significativa. Tampoco tenían la mayoría de las economías nacionales las
condiciones necesarias para desarrollar por sí mismas los sectores más
dinámicos de la economía moderna y los que incorporaban los mayores avances
tecnológicos. La división internacional del trabajo prevaleciente hasta la
Segunda Guerra Mundial, según la cual le correspondía a los países de América Latina
ser exportadores de materias primas, contribuyó a orientar a las economías
nacionales latinoamericanas hacia los grandes centros industriales y depender
del comercio con ellos para proveerse de bienes manufacturados. No existía, por
tanto, un estímulo económico inmediato para vincular entre sí a las economías
de la región. A lo que se añadían los obstáculos políticos y administrativos
que dificultaban un mayor acercamiento. El propio crecimiento de las economías
nacionales, sin embargo, fue creando condiciones para una complementación de
las mismas que potenciara sus posibilidades de desarrollo. Los mercados
nacionales se hacían cada vez más insuficientes para las actividades domésticas
y no permitían incorporar los avances tecnológicos, las escalas de producción y
los métodos de organización requeridos para alcanzar mayores niveles de
desarrollo. De esta forma la complementación económica, además de ser una
aspiración, pasó a convertirse en una necesidad. La complementación económica
se planteó en términos de crecimiento y de mejoramiento de los niveles de vida
de la población, tomando en cuenta los diferentes grados de desarrollo de los
países participantes. Por ello se ha expresado como la promoción de un
desarrollo equilibrado y armónico. La necesidad de complementar esfuerzos se
presenta no sólo en los aspectos económicos sino también en los sociales. La
insuficiencia del desarrollo regional tiene una de sus expresiones más visibles
en las condiciones en las cuales deben vivir las grandes mayorías. La carencia
de servicios mínimos en educación, salud y vivienda; la incapacidad de los
aparatos productivos para crear empleo suficiente; así como la extensión de la
pobreza en amplios grupos de la población, constituyen una de las mayores
debilidades de las sociedades latinoamericanas y retardan sus posibilidades de
desarrollo económico. La experiencia de situaciones adversas que son comunes a
los países de la región ha acentuado la necesidad de realizar esfuerzos
conjuntos. Por ello han tendido a abandonarse los intentos de construir polos
de crecimiento aislados que aspiraban a alcanzar un mayor grado de desarrollo independientemente
de lo que sucediera en el resto de la región. Asimismo las crecientes
migraciones de población han contribuido a resaltar la importancia de encarar
los problemas sociales de manera cooperativa y de crear una base económica en
la cual los beneficios del desarrollo sean compartidos por los diferentes
países de la región y el hemisferio. La generalización de condiciones sociales
no satisfactorias, la insuficiencia del desarrollo y las recurrentes crisis
políticas y económicas en la mayoría de los países latinoamericanos, ha conducido
a la toma de conciencia de que la región enfrenta situaciones y experiencias
comunes que requieren de esfuerzos conjuntos para superarlas. La convicción de
que se cuenta con los recursos naturales y humanos y con una voluntad política
creciente para superar tales situaciones le han conferido un carácter positivo
a las tareas de integración. El régimen democrático de gobierno, la paz
relativa, el respeto a las libertades públicas y la promoción de los Derechos
Humanos son requisitos de la integración regional. Aunque en términos relativos
la paz ha sido la situación predominante en la región en las relaciones entre
Naciones, la inestabilidad política interna y el establecimiento de regímenes
políticos diversos generaron suspicacia entre algunos Estados y se
constituyeron en obstáculos para la cooperación y el reforzamiento de los
vínculos entre ellos. La promoción y realización de proyectos comunes no solo
es una manera de reforzar la cooperación, sino que contribuye además a
estimular actitudes, interrelaciones y formas de proceder acordes con el
espíritu democrático de los pueblos latinoamericanos. Con respecto a la
integración económica europea uno de sus mayores impulsores, Robert Schuman,
dijo que su misión era hacer que la guerra entre las Naciones de ese continente
fuera no solo dañina sino imposible. En América Latina (donde prácticamente no existen
perspectivas bélicas) la tarea sería hacer a la cooperación y al entendimiento
mutuo no sólo posible sino necesario. La integración latinoamericana no puede,
en consecuencia, limitarse al área económica, sino que aspira a convertirse en
un instrumento para potenciar las posibilidades de mejoramiento educativo, de
investigación científica, de aprovechamiento tecnológico, de confrontación de
ideas, de creación artística y de expresión de las peculiaridades y la
identidad de los pueblos y comunidades de la región. La integración económica
del hemisferio en el ámbito de la conformación de un área de libre comercio ha
sido planteada como un complemento a la integración latinoamericana, que
pudiera contribuir al desarrollo de la región mediante la apertura de mercados,
la atracción de inversiones y la modernización del aparato productivo. La nueva
conformación de las relaciones comerciales y económicas a nivel mundial también
pudiera permitir avanzar en esa dirección. Les corresponde, sin embargo, a los
habitantes de América Latina adoptar las decisiones y enfrentar los retos que
exigen el desarrollo económico y el mejoramiento de las condiciones de vida de
su población
Integración Económica del África.
En el mundo actual existe un marcado atraso económico en África, lo cual
se deriva en numerosos problemas de las más variadas índoles. Una razón obvia
es que suele asociarse a África con el SIDA, el empobrecimiento, las grandes
deudas, las guerras y los golpes de Estado. La historia demuestra que durante
los últimos centenares de años África ha ido rezagada. Sin embargo, a lo largo
de este último siglo África ha logrado brillantes éxitos gracias a sus tenaces
esfuerzos, y su camino hacia el futuro le depara tanto oportunidades como desafíos.
África es rica en recursos naturales. Los países africanos figuran en los primeros
puestos del mundo en cuanto a las reservas y a la producción de numerosos
recursos naturales, y a la producción de cosechas tropicales. Sirvan de ejemplo
la bauxita de Guinea, el uranio de Nigeria, el cacao de Costa de Marfil, el oro
de Sudáfrica, los bosques de la República Democrática del Congo y los diamantes
de Sierra Leona. Por lo que respecta a los recursos humanos, desde que
consiguieron la independencia, los países africanos han formado a un nutrido contingente
de personal talentoso por su cuenta o en países occidentales. Este personal,
que posee buenos conocimientos de sus propios países y de los Estados
protectores, se convierte en una fuerza competitiva por medio de un mecanismo
adecuado de selección de la gente. Al mismo tiempo, el proceso de la
integración económica africana se ha acelerado. Ante el avance de la
globalización económica mundial, muchos países africanos han caído en la cuenta
de que no pueden desarrollar sus economías por separado y han comenzado a
reflexionar seriamente sobre la integración económica regional. Desean
desarrollar conjuntamente sus valiosos recursos naturales mediante la cooperación
económica y aprendiendo de los puntos fuertes de otros, para compensar así sus
propios puntos débiles, explotar los abundantes recursos naturales, ampliar su
escala económica, desplegar todas sus ventajas integrales y garantizar su
desarrollo económico sostenible. Actualmente África está llevando adelante el proceso
de integración económica de acuerdo con el Tratado de la Comunidad Económica
Africana, aprobado en la cumbre de la Organización de Unidad Africana de 1991.
Según dicho Tratado, la integración económica se llevaría cabo en seis etapas y
se completará antes del 2025. África es el último gran mercado que queda por
desarrollar en el mundo. Dado que los países africanos han sido independientes
hace poco tiempo, pueden adoptar flexiblemente cualquier nuevo patrón de desarrollo
que se adecue a sus circunstancias. Al mismo tiempo, la industrialización de
África se encuentra comparativamente atrasada, por lo que los países africanos
pueden asimilar mejor y de forma directa las experiencias avanzadas de otros
países y evitar los rodeos en el proceso de industrialización y modernización. Así
las cosas, en 1958 se creó la Comisión Económica para África (CEPA), con el fin
de desarrollar actividades relacionadas con la estimulación del desarrollo
socioeconómico del continente africano. La CEPA promueve políticas y
estrategias que aumenten la cooperación y la integración entre sus 53 países
miembros, especialmente en lo relativo a las esferas de la producción, el
comercio, las cuestiones monetarias, la infraestructura y las instituciones. También
analiza problemas económicos y sociales, la promoción de la seguridad
alimentaria y el desarrollo sostenible, el fortalecimiento de la gestión del
desarrollo, el aprovechamiento de la revolución de la información para el
desarrollo y la promoción de la cooperación e integración regionales. La
perspectiva de género se ha ido integrando paulatinamente a la labor de la
CEPA.